La vida está llena de cambios: mudarse de casa, comenzar en una nueva escuela, la llegada de un hermano o incluso la separación de los padres. Para los adultos, estas situaciones pueden ser complicadas; para los niños, muchas veces resultan aún más abrumadoras. Acompañar a los hijos en tiempos de transición es un reto que exige paciencia, empatía y la capacidad de brindar seguridad emocional.
Los niños perciben los cambios de manera intensa porque su mundo gira en torno a la estabilidad. Una mudanza, por ejemplo, no solo significa un nuevo hogar, también implica dejar amigos, vecinos y rutinas conocidas. Ante esto, pueden experimentar ansiedad, tristeza, enojo o confusión. Reconocer estas emociones sin minimizarlas es el primer paso para brindar un acompañamiento real.

Estrategias para acompañar:
- Anticipar y explicar: Hablar con claridad, usando un lenguaje acorde a la edad del niño, sobre lo que va a ocurrir. Cuanto más sepan, menos espacio habrá para la incertidumbre.
- Validar emociones: Permitir que expresen lo que sienten, aunque sea enojo o tristeza, y hacerles saber que es normal sentirse así.
- Mantener rutinas: Aunque el entorno cambie, conservar horarios y hábitos conocidos ofrece seguridad.
- Involucrarlos en el proceso: Darles pequeñas tareas o decisiones (como elegir su nueva decoración) les permite sentir control en medio de la transición.
- Ofrecer tiempo y presencia: Escuchar y estar disponibles es tan importante como las palabras de consuelo.
Los niños aprenden observando. Si los padres muestran apertura, flexibilidad y optimismo, los hijos tienden a replicar esa actitud. Esto no significa ocultar las propias emociones, sino mostrarlas de manera saludable. Al brindar un entorno seguro y lleno de apoyo, se fomenta la resiliencia, esa capacidad de adaptarse a los cambios con fortaleza y confianza.